El conflicto armado contado desde el corazón de la selva
Por Emma Claus
Hace un año estuve en la FilBo y tuve la fortuna de conocer a la creadora de esta obra que, sin duda, se convertirá en un referente de la literatura contemporánea colombiana. Sí, tardé un año en leerla, pero lo hice en el momento perfecto. La calidad de lo que encontré en sus páginas confirma que la autopublicación, cuando se hace con responsabilidad y profesionalismo, es una opción legítima y valiosa para cumplir el sueño de ser una escritora respetada. Esta primera edición de La historia de Helena: la hija de sangre y selva no tiene nada que envidiar a la de una editorial tradicional.

Carolina Poveda Rangel, escritora colombiana nacida en Valledupar en 1969, nos entrega una narración profunda, sensorial y valiente, que traza con intensidad el camino de Helena, una joven mestiza arrancada de su tierra, que crece lejos de sus raíces, pero a quien el destino llama de regreso.
El relato se estructura en tres partes, compuestas por capítulos breves y subtitulados, lo que permite una lectura ágil sin sacrificar profundidad. Cuenta también con un epílogo en donde aparece el taita, una figura totémica que trasciende el tiempo y el espacio para convertirse en guía espiritual de Helena. Este recurso simbólico dota al texto de una dimensión mística que dialoga con lo ancestral. Al final, se anticipa una próxima entrega: La historia de Helena: La hija de dos mundos.
Uno de los aspectos innovadores de este trabajo literario es la inclusión de códigos QR que enriquecen la experiencia lectora al ofrecer contexto adicional a la ficción.
Aunque predomina la narración omnisciente, hay capítulos en los que la voz narrativa cambia, lo que me pareció un acierto, ya que permite una visión polifónica de los hechos y humaniza a los personajes desde múltiples perspectivas.
Un hilo rojo: el conflicto armado
Esta historia se sostiene sobre un eje temático poderoso: el conflicto armado colombiano. En sus páginas se abordan con crudeza temas como el reclutamiento forzado, el secuestro, los procesos de paz y las heridas invisibles de la guerra. Uno de los fragmentos más impactantes dice:
“No era mucho lo que podía moverse, ya que estaba encadenado por el tobillo a una pata del catre.”
Más allá de lo bélico, la autora toca temas universales como el origen, el destino, la fe y la necesidad de cerrar ciclos. Es una novela que narra lo colectivo desde lo íntimo, desde lo femenino, desde lo mestizo.
Un lenguaje sensorial, cálido y enigmático
La atmósfera de La historia de Helena es cálida, húmeda, natural y enigmática. Poveda Rangel posee la habilidad de no solo describir escenarios, sino también de encarnar emociones, como lo demuestra este fragmento:
“Mis ojos estaban vendados, no podía ver el lugar en que me encontraba, pero ese olor, ese familiar olor a selva, esos sonidos ahogados dentro de la espesura —sin ecos, porque no tienen contra qué chocarse y viajan infinitamente— y ese aire húmedo que respiraba y que se condensa en mi piel le dibujan a mi mente el lugar exacto en donde estaba, era la selva, mi amada selva.”
La selva se convierte así en un personaje más: latente, maternal y doloroso. La figura del taita también resuena con fuerza espiritual:
“Yo, pequeña, te acompañaré, aunque no me veas, no dudes nunca que tu taita estará contigo, por siempre sin importar tiempos ni distancias.”
La fe, profundamente ligada a la cosmovisión indígena, aparece como otro motor de resistencia:
“Soy indio, nunca se te olvide que, por más estudiado que sea y capitalino que parezca, sigo siendo indio, y nosotros vemos esas cosas que el blanco no ve (…)”.
Un guía enigmático
En primer plano de la portada, se alzan unas plantas enormes, manchadas de sangre. En medio de la escena, hacia la derecha, aparece un felino majestuoso: un jaguar. No se percibe como una amenaza, sino como un guardián místico, un ser sabio que susurra: sígueme, te guiaré hacia tu destino. Tal vez el camino sea oscuro y doloroso, pero al final hallarás tu propósito —y con él, la luz y la paz.
Así es como el jaguar se convierte en un guía a lo largo del libro. Deja sus huellas, marcando cada paso que se debe dar. Y se avanza. Se sufre, se odia, se ama. Página tras página, se descubre la vida de Helena, una existencia tejida con intensidad, marcada por el rastro enigmático del jaguar.
Un fragmento para recordar
De las muchas frases conmovedoras del libro, una en particular se queda conmigo como una declaración de sentido y esperanza:
“Un solo niño reclutado que puede dejar su arma y volver a las aulas, una sola niña que evitemos sea abusada en las filas, un solo joven soldado o guerrillero que no pierda sus piernas a causa de los campos minados, un solo policía que no muera por una toma guerrillera, un solo campesino que pueda volver a labrar sus campos, una sola escuela que pueda tener sus aulas llenas porque no ha sido destruida en combate, será suficiente para darnos cuenta de que todo esto ha sido un éxito, que todo valió la pena.”
La historia de Helena: la hija de sangre y selva es una obra valiente que no solo expone la tragedia del conflicto armado colombiano, sino que también celebra la resistencia de los pueblos, la fuerza de la selva y el poder de las raíces. Una novela que no solo se lee, sino que se experimenta con todos los sentidos.
