Debo confesarte que tenía miedo de leer este libro. No era solo una asignatura pendiente. Sabía que me conmovería y tal vez, hasta me causaría dolor. Ahora, mientras escribo esta reseña, sé que no me equivocaba.
La primera vez que vi la adaptación al cine del libro tenía unos veinte y tantos años, estaba en búsqueda del amor verdadero y no tenía hijos. Visitaba a una buena amiga, Isabel Camargo, en Medellín, y ella me dijo: ‘Te recomiendo esta película, es muy buena y te hará llorar mucho’. Pero, ¿Adivina qué? No solté ni una lágrima, no porque no tuviera escenas duras que me estremecieran, no, la razón estaba relacionada con la época de mi vida en la cual me encontraba.
En definitiva, el momento personal en el cual se lee un libro o se ve una película, influye en la forma en la que se interpreta, se siente, se asimila; marca una gran diferencia. En mi caso, ver películas, leer historias como esta, protagonizada por niños, ha sido toda una nueva experiencia ahora que soy madre.
Te voy a contar de que va. Un día al volver de la escuela, un niño llamado Bruno recibe la noticia de que tendrá que mudarse a otra casa, porque a su padre, un militar nazi de alto rango, lo han trasladado a otro lugar. Al llegar a la nueva casa, Bruno siente que es un error estar allí. Extraña todo lo que había dejado atrás, incluyendo a sus tres mejores amigos para toda la vida, como él lo expresa cuando los recuerda. Un día, Bruno decide ir a explorar más allá del patio trasero de su nueva casa, ya que se la pasaba todo el día encerrado, sin nadie con quien jugar. En su exploración encuentra una alambrada y de tras de ella a Shmuel, un niño de su misma edad que siempre viste con un pijama de rayas. A partir de ese primer encuentro nace entre ellos una bella amistad.
Bruno es inocente, de buenos sentimientos. Durante todo el libro, me encontré con las observaciones que él hace con respecto a valores que todos los adultos enseñan a los niños, sin embargo, Bruno se da cuenta de que los adultos se olvidan en muchas oportunidades de eso que ellos mismos profesan.
La voz del narrador omnisciente describe todo a través de los ojos de Bruno, «(…) Tenía un rostro muy extraño. Su piel era casi gris, de una palidez que no se parecía a ninguna que Bruno hubiera visto hasta entonces (…)». Estos detalles lograron que me conectara con la manera de pensar de Bruno. En ocasiones, sentía que era un personaje tan lejano a surealidad y perdía credibilidad, no obstante, fueron más los aciertos que los defectos. Además, Bruno me hizo reflexionar acerca de mi propia vida, porque se quejaba de trivialidades, ignorando que hay gente que la pasa de verdad muy mal.
Shmuel es el niño judío del otro lado de la alambrada. Para mí, es el personaje que más brilla en la historia. Es el retrato de la fragilidad de los niños y de lo fuertes que son al mismo tiempo. A pesar de su vida desafortunada, es capaz de sonreír y de perdonar. En alguna oportunidad salen a flote sus conocimientos sobre otros idiomas y geografía, superando a Bruno, aquí se hace innegable la profundidad del tema tan complejo que trata la novela, el de la supuesta superioridad que tienen algunas razas con respecto a otras.
«—No, yo soy polaco.
Bruno arrugó la nariz.
—Entonces ¿Cómo es que hablas alemán?—Preguntó.
—Porque tú te has dirigido a mí en alemán. Por eso te he contestado en alemán. Pero la lengua de Polonia es el polaco. ¿Sabes hablar polaco?
—No—contestó Bruno, soltando una risita nerviosa— No conozco a nadie que sepa hablar dos idiomas. Y menos a alguien de nuestra edad».
El Padre de Bruno es un militar nazi de alto rango, al cual “El Furias” —como llama Bruno a Hitler—le ha asignado “un trabajo especial”. Es duro y severo con sus hijos, no se muestra más allá de su roll como militar y planificación de la guerra de la que es pieza clave.
La madre de Bruno es lejana. No expresa su punto de vista ante el trabajo de su marido. Solo hasta en los últimos capítulos ella decide confrontar a su esposo y pedirle de forma fehaciente irse de aquel horrible lugar, el cual considera no es el ideal para que crezcan Bruno y Gretel, la hermana mayor de Bruno.
Gretel, la tonta de remate —esto es lo que Bruno piensa de ella—. Su antipatía y maltrato hacia su hermano es repetida, sus discusiones y discrepancias son cotidianas. En ella vi los efectos de la educación sesgada que se brindaba a los jóvenes alemanes en esa época.
El teniente Kotler, sin duda, es el personaje que despertó mi odio. Es un muchacho venido a más por su posición en el ejército nazi. En él reconozco la parte negativa de todos los seres humanos. Su alma negra aparece esparciendo su violencia en cada cosa que hace. Pero hasta el teniente Kotler tiene debilidades, secretos que lo hacen vulnerable y que finalmente son usadas contra él. «—¡Eh, tú! –gritó, y añadió una palabra que Bruno no entendió—. Ven aquí… —dijo la palabra otra vez, y su áspero sonido hizo que Bruno desviara la mirada y se sintiera avergonzado de formar parte de aquella escena. Pavel fue hacia ellos y el joven oficial le habló con insolencia, pese a que podría haber sido su nieto».
El abuelo es un tipo que se siente orgulloso de su hijo, ya que para él está haciendo historia al ayudar a su país a renacer de entre las cenizas.
«—Y mírate ahora—continuó el Abuelo, haciendo caso omiso de su esposa—. Me enorgullece verte ascendido a un cargo de tanta responsabilidad. Ver como ayudas a tu país a recuperar su orgullo después de las grandes injusticias que se han cometido contra él. Los innumerables castigos(…)».
Quien marca la vida de Bruno de manera positiva es su abuela. Él siempre la piensa y la extraña cada día, tanto así que le escribe cartas con regularidad, donde le cuenta todo lo que ve en su nuevo hogar. La abuela representa a todos esos alemanes que nunca estuvieron de acuerdo con el antisemitismo, con el exterminio de los judíos. La abuela rescata lo moral, reclama por justicia y no puede resistir lo que pasa en ese momento en su país.
El niño con el pijama de rayas es una novela maravillosa. Con muchos contrastes entre la vida de dos pequeños que ignoran todo lo que los adultos destruyen alrededor de sus vidas. Tan solo recordarla extrémese mi corazón. La película no creo que sea capaz de verla de nuevo. Me dejó una desilusión terrible, aunque al mismo tiempo me dio esperanza, al ver la amistad entre Bruno y Shmuel, dos niños con orígenes diferentes, pero con un mismo destino.
El libro, aunque fue escrito para niños, es una lectura obligada para los adultos. Este no es un texto de guerra, sino acerca de lo bello de la vida, de lo bueno de la vida, y una de esas cosas es la amistad. Me dejó claro que, no importa si estas en un lugar terrible, este se transforma si lo compartes con un buen amigo. A Shmuel y a Bruno poco les importó que su relación iniciara enfrente de una barrera, ellos la rompieron con sus conversaciones y con la esperanza de algún día verse en otro lugar donde nada los separara. Ellos vivían el presente y lo dieron todo.
Las charlas entre estos dos pequeños amigos me abrieron los ojos, me exhortaron a derribar todas las alambradas que existen y distancian a un ser humano del otro. Bruno y Shmuel me enseñaron el verdadero valor de la amistad.
2 Comments
Yo vi la película, no sabía que había libro. Me gustaría leerlo, pero ha de ser muy duro también. Abrazo y gracias por compartir.
Querida Eva, el libro es bello y sí, es duro, pero vale la pena sufrir un poco con él. Además, hay una pomada para ese dolor en la amistad entre Bruno Y Shmuel.
Un abrazo y seguiré compartiendo mis lecturas contigo.