Un tributo al Caribe Colombiano
A pesar de los años, todavía me parece extraordinaria la manera como un poeta le escribe a su tierra natal, cómo percibe a su patria chica. Repaso las palabras de Pablo Neruda en Quiero volver al sur: 1941: «Enfermo en Veracruz, recuerdo un día del sur, mi tierra, un día de plata como un rápido pez en el agua del cielo (…)», o las de Amira de la Rosa: «Barranquilla, procera e inmortal, ceñida de agua y madurada al sol, savia joven del árbol nacional. Del jubiloso porvenir crisol, ilusión del Caribe blanco-azul (…)».Al igual que estos poemas, Versos que brotan, en tiempos de emancipación, de Barreneche, es una declaración de amor a la tierra natal.
José Eduardo Barreneche es abogado. Ha sido columnista en Hoy Diario del Magdalena y El pilón, de Valledupar; catedrático en la Universidad del Magdalena. Es autor de textos sobre música y cultura como, “Piano y vallenato, un noviazgo oculto” y “Mamá Iguana, nuestra madre mitológica”. Versos que brotan, en tiempos de emancipación, publicado por editorial Planeta en su colección Bronce, es su reciente libro.
El poemario está dividido en tres partes y por cada una de ellas se debe andar con lentitud, con los sentidos afinados para descubrir la diversidad de sonidos: «La cumbia los liberó, de una esclavitud infernal, al ritmo de danza y tambor, se arroparon de libertad», los matices de las pieles ancestrales: «Un fortísimo cimarrón, con una indígena princesa, los dos unieron su corazón, llamando a todos a la fiesta», los movimientos de cadera de hombres y mujeres al bailar la cumbia: «Gloriosa mujer indígena que bailaste, junto a ese gran hombre llamado afro, con tus danzas en la hacienda te liberaste, a punta de cumbia sin ningún disparo». Barreneche describe los bellos escenarios, testigos inmóviles de esclavitud y de libertad: «(…) Luces cada día más hermosa, aunque algunos abusen de ti, serás por siempre nuestra novia, en la que navegaremos hasta el fin».
La obra posee varias atmósferas. En la primera parte, hay luminosidad, belleza: «Donde florece un árbol amarillo, encontrarás una perla, ve y búscala, hijo mío, es un regalo del mar a la tierra». De igual manera, es palpable el orgullo y el respeto por los orígenes. El poeta engrandece, eleva a toda una comunidad, que lleva siglos luchando por igualdad, la preservación de su cultura y su esencia: «Esa unión de la que naciste, es de tribus que se aprendieron amar, un ancestral que de gloria se viste y un afro que sufrió sin piedad». En la segunda parte, el aire se llena de polvo, de sombras y el poeta compone versos donde expresa frustración y rabia: «(…) Narcotraficantes, ¿cómo pueden explicarlo?, envenenar al vecino y al hermano, que camina al igual que tú en el barrio, pero que muere, totalmente humillado (…)». En la tercera parte, la poesía cambia de destinatario y son las nostalgias y los desamores los temas que se destacan: «¿Qué fue lo que te hice para que te marcharas? Como una brisa loca en busca de otros hombres, volando tan alto hasta donde te llevaran tus alas, tormenta que hizo borrar en ti mi nombre».
La portada del libro devela mucho de los temas que aborda el poemario y de sus protagonistas: en el centro de ella está la mano del poeta que, con cada palabra liberada, va rompiendo un eslabón de la larga y pesada cadena que ata a la mujer indígena y a la mujer afro. Detrás de él, una playa de color perla, con el Ziruma de fondo y el mar, que azul ondea. En la orilla, preparadas para zarpar, las canoas donde se yerguen los pescadores que cada mañana salen a trabajar. A su derecha, la vegetación característica de la costa norte colombiana y sobre sus hojas una iguana y, al lado de esta, una garza, más cerca de él una aldea Kogui en Ciudad Perdida. Todo alrededor del poeta, dentro de él y de su obra.
La lectura la hice en libro electrónico, pero esto no restó a mi experiencia, pues la maquetación y el diseño son cuidados e igual de acertados que un buen libro impreso.
Versos que brotan, en tiempos de emancipación es un tributo que José Eduardo Barreneche le hace al Caribe Colombiano. Es una travesía de palabras, una mezcla de pieles, de sabores y de olores; así florece la poesía de este autor samario, que le recuerda a los mestizos de qué están hechos, inspirándolos a flamear su bandera con honor.