La belleza de la poesía inesperada
Hay muchas maneras en las que un libro llega a tus manos: porque alguien te lo recomienda, porque la portada llama tu atención, o porque quizá viste la película y después te enteraste de que está inspirada en una obra literaria y la lista podría seguir y seguir. En mi caso particular, la novela Es de noche cuando los gatos son pardos llegó a mí mientras buscaba mi propia voz de escritora, con el detalle adicional de que Carlos Polo, su autor, vive en Barranquilla, la misma ciudad en la cual vivía cuando escribí Siempre bajo la lluvia, lo que, en definitiva, cautivó mi interés.
La novela está escrita en orden cronológico. Solo a través de breves flashback conocemos fragmentos del pasado del protagonista, y así vamos descubriendo su lento y continuo descenso, tanto en lo personal como en lo laboral. Comprendemos entonces por qué su percepción el mundo es siempre oscura:
«Elisa, cariño mío, mis horas de insomnio, de penuria inalterada, solo acrecientan estas sombras que me asfixian en este pequeño cuarto que mengua al igual que la vitalidad de mi alma».
La obra está dividida en capítulos titulados y en algunos existen subtítulos, los cuales dan un anticipo de lo que leeremos. Dentro de los capítulos, los espacios en blanco indican cambios de escena, lo que hace que la lectura sea fluida y que el lector pueda hacer una pausa sin sentir que va a perder algún detalle de la historia. No hay palabras rebuscadas, el lenguaje es local, callejero y pintoresco. Un uso de la palabra que se puede reconocer como propio de la región Caribe colombiana, acorde con la temática de la novela y el lugar donde se desarrolla el argumento:
«Ajá, ¿qué cuenta el Champion de las letras? Las grandes ligas de los periódicos. Mi brother del alma. Uy, fájate una de esas heladas pa’ tu hermanito que tiene la garganta seca».
Destaco la maravillosa capacidad del autor de crear imágenes poéticas bellísimas, que le dan a la narración ese toque sutil de esperanza y melancolía:
«El cielo azul claro va cediendo y poco a poco se va poniendo su capucha oscura colmada de lentejuelas plateadas».
Entre la novela negra y lo gótico
Esta obra dialoga con la novela negra, pues posee muchos elementos que la conecta con esta tradición literaria: la atmósfera que la envuelve es violenta, asfixiante, oscura:
«Las calles solitarias de mi ciudad por las noches se convierten en un carnaval marchito, en un bostezo abúlico, en una soledad atestada de preguntas».
Existe un protagonista en decadencia y personajes secundarios sumidos en un mundo de tristeza y de alucinación por su pasado feliz o de triunfos que ya parecen imposibles de alcanzar. Los escenarios son urbanos y marginales, en los que abunda la pobreza y los conflictos intrafamiliares.
También coexisten características de la novela gótica: escenas donde lo sobrenatural cobra importancia, fragmentos que suscitan misterio y bordean el terror. Las apariciones espectrales de las víctimas que tiene el periodista están bien logradas, y se han convertido en una de mis partes favoritas de la novela; ellas aparecen ante él pidiendo justicia, solicitando ayuda para que el asesino sea castigado. Ante estas narraciones sobrenaturales me helé, el pánico se instaló en mi pecho y quise correr como el periodista:
«La canción se hace lenta, cada vez más lenta, como si le estuvieran bajando el tempo, la atmósfera se pone tan densa que la puedo palpar, herirla de una cuchillada. Cada uno de mis vellos se eriza como saludando el paso de la muerte».
El argumento se desarrolla en un barrio marginal de la ciudad, donde se han cometido varios feminicidios. Es así como nuestro protagonista, un periodista de un diario local, pone todo su empeño para dar con el culpable, a pesar de que no es su responsabilidad directa, encontrándose con obstáculos internos y externos que le dificultan conocer la verdad y dar con el homicida.
Una experiencia sensorial y crítica al Estado
Esta obra de Carlos Polo me ha invitado a descubrir géneros musicales ajenos a mi cotidianidad. Viajé en el tiempo al escuchar en mi cabeza canciones que componen la extensa banda sonora de la novela, desde el principio de la obra la música se oye y acompaña a los protagonistas, esto le da a cada escena la atmósfera propicia para los hechos que se cuentan, para cautivar al lector con sentimientos que palpitan dentro de los personajes. La experiencia sensorial es auténtica: sentí el olor de la sangre, el polvo de las calles destapadas, los sabores y los aromas de la comida, la garganta me ardió al paso del whisky barato, sufrí las frustraciones, los temores, las tristezas innumerables del periodista y de sus amigos entrañables:
«Catalina baja la cabeza, menea la cola de caballo, se enjuga un par de lágrimas imprudentes que empiezan a resbalar por sus mejillas como perlas sucias de jabón».
Muchas escenas me han producido miedo, tristeza, asco. Amé y odie a sus personajes. En ocasiones me sorprendí queriendo cerrar el libro y deseando reescribir el destino que ya había sido pactado para las víctimas inocentes. Estuve allí, en los lugares de los crímenes como testigo invisible de las atrocidades del homicida, transformándome en cómplice silenciosa, pero que ya no podrá ser indiferente, he sido víctima y me he conectado con la tragedia de las familias de las jóvenes que ya no podrán soñar.
Otro componente relevante de la novela es la crítica a las instituciones del Estado, a la falta de investigaciones exhaustivas para resolver los crímenes, de compromiso para esclarecer los casos de feminicidio, tal vez, por el origen socioeconómico de las víctimas que, en su totalidad, son mujeres pobres, de familias humildes y sin esperanza, que han cometido muchos errores, por consiguiente, es como si el asesino hubiera tenido permiso de acabar con sus vidas y que a nadie le interesara, solo a nuestro “héroe” que lo intenta tantas veces como le es posible.
Me llamó la atención de la obra que muchos de los personajes no tienen nombre, se les llama por sus ocupaciones y algunos tienen apodos. Los entes estatales aparecen ridiculuizados o tratados con desden. Las únicas que tienen nombre completo son las víctimas. Intuyo que es un homenaje a todas las mujeres asesinadas que hacen parte de las estadísticas de feminicidios en Colombia y que al final del año solo son un porcentaje anónimo o un número impersonal para mostrar en los reportes de homicidios. Sin embargo, a la novela le faltó un personaje femenino fuerte. Las mujeres en la narración son únicamente víctimas o personas de moral reprochable. De igual forma, la edición del libro pudo ser más cuidadosa.
Una lectura que se queda contigo
Es de noche cuando los gatos son pardos es una lectura que recomiendo. Tiene personajes reales, escenas vívidas, un lenjuaje potente y una historia que, aunque se ubique en una ciudad ficticia, habla de una realidad universal. Es una obra que te hará volver a la tierra de un solo golpe y adentrarte en un mundo oscuro en pleno Caribe colombiano, una dicotomía que la hace única. Solo me resta decir que me enamoré de la luz que proyectó la poesía inesperada, entre líneas sombrías y rodeadas de muerte.
Al terminarla, sentí que algo había cambaido en mí. Esta novela alimentó mi narrativa recien nacida, me inspiró, me recordó que en la literatura todo es posible.