Una casa en el abismo – Jorge S. Restrepo

La extrañeza de lo conocido 

No sé si te ha pasado que lees un libro y te queda la impresión de que estuviera narrando tu propia historia. Pareciera que el autor te observó por largo tiempo y en base a ello hubiera escrito su novela. Esa fue la sensación que tuve al leer Una casa en el abismo de Jorge S. Restrepo. 

Jorge S. Restrepo es un escritor colombiano que nació en Medellín, pero luego se trasladó a Bogotá donde se graduó como profesional en estudios literarios. Hace más de una década vive en París donde es profesor de literatura y traductor. Una casa en el abismo es su primera novela y fue publicada en 2020 bajo el sello de Calixta Editores.

Son tantas cosas las que su protagonista, Joaquin, tiene en común conmigo: haber estudiado una carrera la cual no era mi vocación, vivir en el exilio, volver a Colombia y darme cuenta de que muchas cosas han cambiado, pero que al mismo tiempo siguen igual: el amor que siento por mi familia, aunque no nos entendamos siempre; la creencia de que estar lejos nos hará olvidar los errores cometidos, y al regresar, encontrarlos de frente y descubrir que están más vivos que nunca. Sigue leyendo y te cuento más.

La historia comienza cuando Joaquín Segura, un hombre de treinta y tres años y con el sueño cumplido de ser escritor, retorna a Colombia después de diez años en el extranjero. Su madre lo convence de regresar para pasar las fiestas de fin de año en familia. Desde el primer momento, Joaquín se siente como un extraño en su propia tierra, pero al mismo tiempo recuerda cada detalle de la ciudad donde creció y vuelven a su memoria los sucesos dolorosos de la verdadera razón por la cual se marchó. A Joaquín en esta visita a casa se le revelarán secretos propios y ajenos, se enfrentará a su pasado y, sobre todo, comprenderá que el tiempo pasa sin clemencia sobre su vida y la vida de la gente que ama. Joaquín es quien cuenta la historia. Él describe lo que ve, siente y piensa y lo hace con minuciosidad:

«Ahora, saliendo por la puerta del terminal internacional del aeropuerto en total soledad para abordar el taxi con destino a casa, me sentí llegando de nuevo a un país desconocido, donde las personas hablaban una lengua diferente y en donde no tenía un solo sueño por cumplir. Regresaba al lugar del que siempre quise huir».

A pesar de que la historia está contada en primera persona, no se percibe así  y es gracias a los diálogos que se reconoce el carácter de los personajes y su evolución. Disfruté mucho de esta narración coral en la lectura:

«—Papito, le hicimos ajiaco, sabemos que le encanta —dijo la tía Marcia, y en un primer momento pensé que se estaba dirigiendo a su hijo, (…)
—Gracias, tía. Hace tiempo que no como ajiaco.
—¿Si ve, Alfonso, que al niño sí le gusta el ajiaco? —le reprochó mi tía a su esposo—Este pensaba que no le gustaba.
—Nunca dije que no le gustara. Dije que de seguro ya no le gustaba tanto, acostumbrado a comer cosas de otros lados».

La evolución del personaje principal es destacable. La forma en que comienza a ser consciente de su presente, evidencia lo que el tiempo hace en las cosas, en los seres humanos y se hace tangible la posibilidad de que esa sea la última vez que vea con vida a los seres que ama. Hay profundidad en los pensamientos del protagonista y creo que todos hemos sentido eso, que nos fuimos por mucho tiempo.Los escenarios de Una casa en el abismo son Bogotá, París y Barcelona, pero fueron las descripciones de la capital colombiana y la cotidianidad de los personajes en ella una de mis partes favoritas. La obra es una fotografía de la realidad bogotana: 

«A través de la ventanilla del taxi, volví a ver los Transmilenio con sus pasajeros apretujados como en una lata de sardinas y me sorprendí de la cantidad de motos que habían inundado las calles».

Está Maravillosamente ambientada en el mes de diciembre, donde la música navideña, las novelas, las reuniones familiares y con amigos transmiten la  nostálgia de esas fechas significativas para los colombianos:

«Había olvidado hasta qué punto puede ser estridente la música navideña. Crecí con ella, aprendí a bailar gracias a Rodolfo Aicardi y más de una borrachera la había condimentado con la voz nasal y punzante de Pastor López».

La portada de Una casa en el abismo es un adelanto del drama familiar que se descubre al avanzar en la lectura. En el centro de esta se ve un precipicio. Al lado derecho una casa justo en la orilla, con rocas que se desprenden de bajo de ella y caen inevitablemente al vacío, pero hay algo más alarmante y es que todo el terreno sobre el cual está cimentada la casa está fracturado. Lo que da a entender que desde el inicio fue construida sin una base solida y que siempre ha estado en peligro inminente. Del lado izquierdo del barranco se distingue la figura de un hombre que mira hacia la casa y ve cómo poco a poco se va quedando sin soporte. Él piensa que está seguro de ese lado, pero lo que no sabe es que debajo de sus pies todo está igual de resquebrajado como en el lado de la casa. Esto es lo que pasa con Joaquín que creé que está a salvo de caer al abismo por estar lejos de su familia, de su hogar, pero de lo que él aún no se entera es que lleva al abismo consigo, dentro de él.Leí la novela en formato digital, al terminar repasé las frases que más me impactaron,  hay una en especial que llevo en mi corazón:

«El amor se construye a base de recuerdos compartidos con una persona, de gestos que recordamos. Cuando alguien se va de nuestras vidas, lo único que nos queda de ella es el recuerdo de haberla amado, pero cuando perdemos la capacidad de recordar, ya no hay nada qué extrañar, nada o nadie a quien amar».

Una casa en el abismo es una novela tierna, sentida, que toca las fibras del alma. Un drama familiar que conmueve. Me envolvió en una nostalgia deliciosa. Aquí, desde Alemania, me descubrí más colombiana que nunca. Desde mi exilio, mis recuerdos y mi vida, me sentí como Joaquín. Esta narrada de una forma estupenda, y además, escrita con excelente sentido del humor. La recomiendo sin temor y con mucho orgullo. Valió la pena cada minuto que dediqué a su lectura. 

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